Por Luis Miguel Romero
Facebook: @LuisMiguelR02
Instagram: @luismiguelr03
Threads: @luismiguelr03
TikTok: @luismiguelr040
En la galería de las mujeres más notables de la Historia de la humanidad, esta mujer, sin duda, tiene un sitio de honor. Algunos la consideraron la mujer más poderosa e influyente del siglo XVI. En una época donde los hombres eran los que marcaban la pauta, el hecho de que una mujer como ella, que además era “plebeya”, lograra sobresalir y tomar las riendas de una nación potencia, subraya aún más su mérito. Sin más preámbulo, hablemos de la “Reina Serpiente”: Catalina de Médici.
Catalina de Médici nació en Florencia, Italia el 13 de abril de 1519. Su padre fue Lorenzo II de Médici, perteneciente a una de las familias más célebres y prósperas de Florencia. Su madre fue Magdalena de la Tour de Auvernia, condesa de Boulogne, quién pertenecía a una de las más destacadas y antiguas familias de la nobleza francesa. Sus padres fallecieron cuando Catalina era muy pequeña. El cuidado de Catalina recayó primero en su abuela paterna, Alfonsina Orsini, y a la muerte de ésta, fue criada por su tía, Clarice Strozzi. En 1523, su tío el cardenal Giulio de Médici, se convirtió en el Papa Clemente VII. El nuevo papa alojó a Catalina en el Palacio Medici Riccardi de Florencia. Pero en 1527 los Médici fueron derrocados en Florencia y Catalina fue recluida en una serie de conventos. En 1530, Florencia cayó ante el Emperador Carlos V, archienemigo del papa, y Clemente VII llevó a Catalina con él a Roma.
La joven Catalina, que no era precisamente bella, pero si dueña de una gran distinción, tuvo varios pretendientes que pidieron su mano, entre ellos Jacobo V de Escocia, pero al papa Clemente VII le agradó más la propuesta de Francisco I de Francia de casarla con su hijo Enrique, duque de Orleans. La boda se celebró en Marsella el 28 de octubre de 1533.
La corte francesa recibió a Catalina con cierta hostilidad debido a su origen plebeyo, pero ella pronto demostró gran inteligencia. Enrique no mostró ningún interés en su esposa Catalina y dedicó por completo sus afectos a su amante, Diana de Poitiers. En 1536, el hermano mayor de Enrique, Francisco, pereció, dejando así a su hermano menor como heredero del trono. La obligación de Catalina era dar a luz al esperado heredero, pero la joven delfina no lograba quedar embarazada. En su desesperación, recurrió a métodos extremos como ponerse estiércol de vaca y cuernos de ciervo en el útero. El 19 de enero de 1544 por fin dio a luz a un hijo, bautizado con el nombre de Francisco. En total, Catalina tuvo otros ocho hijos de Enrique. El rey Francisco I murió en 1547 y Catalina se convirtió en reina consorte de Francia.
Además de sus hijos, Catalina crio en la corte francesa a María Estuardo, heredera de la corona de Escocia, quién fue prometida en matrimonio con el delfín Francisco.
En 1559, el rey Enrique sufrió una herida mortal durante un juego de justas. Pereció días después, el 10 de julio de 1559. Francisco II se convirtió en rey con tan solo quince años.
El reinado de Francisco II fue breve. Cuando Catalina fue consciente de que su hijo iba a morir, hizo un pacto con Antonio de Borbón, rey de Navarra para que el le entregara la regencia del futuro rey, Carlos IX. Francisco II murió en 1560.
Una vez como regente del reino, Catalina presidió el consejo, decidió políticas y controló los negocios del país. Ella convocó a los líderes eclesiásticos católicos (encabezados por los Guisa) y los protestantes (Hugonotes), en un intento por conciliarlos. Pero en 1562, en un incidente conocido como Masacre de Wassy, los Guisa atacaron a los hugonotes. Esta masacre marcó el inicio de las llamadas Guerras Religiosas de Francia.
En 1563 Carlos IX fue declarado mayor de edad en el Parlamento de Ruan, pero nunca fue capaz de gobernar por su cuenta y mostró poco interés en el gobierno. Catalina veló por los intereses de la dinastía Valois acordando importantes matrimonios dinásticos. En 1570 Carlos IX se desposó con Isabel de Austria, hija de Maximiliano II, emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, y también buscó casar a uno de sus dos hijos menores con la reina Isabel I de Inglaterra.
El episodio que manchó para siempre la reputación histórica de Catalina fue La Matanza de San Bartolomé, cuando se asegura que presionó a su hijo Carlos para que ordenara una masacre masiva de hugonotes. De esta época data la leyenda de la malvada reina italiana. Los escritores hugonotes la calificaron como una intrigante italiana que había actuado según los principios de Maquiavelo para acabar con todos sus enemigos.
Catalina enfrentó una nueva crisis con la muerte por pleuresía de Carlos IX, a la edad de 23 años. El día antes de su muerte, el rey nombró regente a su madre debido a que su hermano y heredero, Enrique, duque de Anjou, estaba en la Mancomunidad de Polonia-Lituania, de la que era rey. Enrique III era el hijo favorito de Catalina. A diferencia de sus hermanos, llegó al trono en la edad adulta, y también era más saludable. Su interés en los asuntos de gobierno, sin embargo, resultó irregular, y dependió de Catalina y de su equipo de secretarios. Fue famoso por su círculo de favoritos llamado Les Mignons, un grupo de jóvenes frívolos “de comportamiento estúpido y arrogante y escandalosas y afeminadas ropas”. Enrique se casó con Luisa de Lorena-Vaudémont, pero los rumores sobre la incapacidad de Enrique para concebir hijos estaban entonces muy extendidos. Con el paso del tiempo y con las posibilidades de que la pareja real tuviera hijos disminuyendo, el hijo menor de Catalina, Francisco, duque de Alençon, interpretó su papel como heredero al trono. En 1576, Francisco se alió con los príncipes protestantes en contra de la corona, pero murió de tuberculosis en junio de 1584. La muerte de su hijo menor fue un duro golpe para Catalina, pues según la ley sálica solo los varones podían acceder al trono y ahora únicamente el hugonote Enrique de Navarra era el presunto heredero al trono de Francia. Catalina lo casó con su hija, Margarita. Sin embargo, su hija menor fue dolor de cabeza, pues tomó amantes y tuvo una vida licenciosa que puso en riesgo a la corona.
Catalina no fue capaz de controlar a Enrique de la misma manera que había hecho con sus otros hijos, por lo que, para lavar su imagen, viajó por todo el reino buscando reconciliarse con los hugonotes. Estos esfuerzos hicieron que Catalina se ganara un nuevo respeto del pueblo francés.
El 5 de enero de 1589, Catalina de Médici murió a los 69 años, probablemente de una pleuresía. Puesto que París había sido tomado por los enemigos de la corona, Catalina fue enterrada en Blois. Diana, hija bastarda de Enrique II, trasladó años después su cuerpo a la Basílica de Saint-Denis. Ocho meses después del entierro de Catalina, un fraile llamado Jacques Clément apuñaló a su hijo Enrique III hasta la muerte. Le sucedió en el trono Enrique de Navarra como Enrique IV, poniéndo fin a casi tres siglos de dinastía Valois para dar paso a la dinastía Borbón.
En 1789, en la Revolución Francesa, una turba profanó sus restos y los arrojó a una fosa común junto con los de otros reyes y reinas.
Con el paso del tiempo, la leyenda de Catalina de Médici fue tomando tintes oscuros. Se le acusó de brujería y de haber tenido trato con magos y adivinos como Nostradamus y Ruggeri. Entre otras cosas, se le acusó de devorar niños y hacer rituales para mantener su poder. Incluso se le atribuye como creadora de la llamada Misa Negra. Lo que se ignora generalmente de ella fue que fue una mecenas notable y que Francia le debe muchas obras de arte, que llegaron a la corte por su intervención.
La vida de Catalina ha sido llevada a la ficción en numerosas ocasiones. En cine, fue llevada por primera vez en 1916 en la película silente “Intolerance”, dirigida por D.W. Griffith. Pero probablemente la caracterización más notable y detallada de Catalina es la realizada por la actriz Samantha Morton en la serie “The Serpent Queen”, producida en 2022 por la plataforma Starz.
La historia ha señalado con dureza a Catalina acusándola de perversa, manipuladora e intrigante, en una época en la que, estas características, eran la norma.
LECTURA SUGERIDA:
*Leonie Frieda: “Catherine de Medici: Renaissance Queen of France”, Harper Collins, 2003.
Comentarios